Por qué tu perfume de invierno no te servirá para la primavera y cuál ponerte
Las fragancias de invierno son como abrigos gruesos: cálidos, protectores y diseñados para causar impacto. Están llenos de especias intensas, maderas profundas y gruesas capas de ámbar y cuero que se adhieren a ti como una bufanda de cachemira.
Lo cual es maravilloso, hasta que llega la primavera y, de repente, estás sudando tu fragancia como un filete demasiado hecho.
Los días más cálidos exigen algo más ligero, brillante e infinitamente más fresco. Cambia el olor ahumado y resinoso por cítricos frescos. Cambia la vainilla espesa por el neroli aireado. Y si tu colonia actual podría servir como vela de Navidad, es hora de mejorarla.
Las fragancias cítricas son lo último en refrescantes primaverales. Son picantes, limpias y brillantes, con bergamota, limón y pomelo que añaden un toque fuerte y vigorizante junto con toques de notas verdes.
Las fragancias herbales y acuáticas aportan esa energía de la costa mediterránea recién salida de la ducha (incluso si estás en una cervecería al aire libre), con notas de albahaca, menta y mar salado que crean una sensación fresca y aireada.
Para algo más refinado, las maderas ligeras y el almizcle añaden sofisticación sin resultar abrumadores. El sándalo, el vetiver y el almizcle blanco puro mantienen el equilibrio, la frescura y un innegable toque de elegancia.